LECTURAS DE HOY 

“¿Me dejas que rece contigo?”, me preguntó mi colega de trabajo de repente en medio de una conversación en la que le abrí mi corazón sobre una situación que me estaba pesando mucho.

“Sí, por supuesto, me encantaría”, le respondí, un poco nerviosa.

Así que allí en mi salón de clase en el poquito de tiempo que disponíamos durante el cambio de clases, las dos rezamos juntas. Ella pidió que Dios me cuidase y que me mandase el Espíritu Santo para iluminarme en el discernimiento, para hacer Su voluntad y que todo, pase lo que pase, sea para Su gloria.

Me sentía tan querida, era justo lo que necesitaba en ese momento. Y me quedé admirada de su valentía de rezar conmigo en voz alta cuando, en ese momento, aún no nos conocíamos tan bien como ahora. Su disponibilidad alegre de invitar a que Jesús entrase en aquel sufrimiento me dio mucho ánimo y paz, y me hizo sentir sostenida en la oración.

Como cristianas, en esta sociedad tan complicada y adversa en la que vivimos, en la que pronunciar el nombre de Jesucristo en un lugar público puede llevar consecuencias, es normal que nos pongamos tímidas a veces. En general nos puede resultar difícil compartir nuestra fe, la verdad, con los demás cuando la sociedad dice que cada uno tiene su propia verdad, y que es mejor callarse que correr el riesgo de ofender a los demás.

Mira a Jeremías, amenazado de muerte por proclamar lo que le fue revelado por Dios. Mira al salmista David, perseguido y odiado por causa de su fe. Y mira a Jesús, despreciado y finalmente crucificado por enseñar sobre el reino de Dios y al hacer tantos milagros, curando a los enfermos y transformando corazones con Su amor.

Que nuestra respuesta no sea perder la esperanza y rendirnos. Este mundo necesita la presencia y sanación de Jesús más que nunca. Te invito a que reces por alguien que lo necesita, con él o ella presencialmente o en el silencio de tu corazón. Y no te olvides de rezar por esta comunidad de hermanas para que estemos todas sostenidas en la oración.

¡Ánimo! Vayamos con confianza y alegría, santificando el mundo y anunciando la Buena Nueva con nuestras vidas, llevando a Cristo a un mundo que tanto lo necesita.

 

// Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, y profesora de secundaria, y sobre todo, hija amada de Dios. Originalmente de New Orleans, Louisiana, actualmente está viviendo en Madrid, España. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen expreso, y los girasoles. Sus modelos a seguir en la vida incluyen santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan, y santa Teresa de Jesús.

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